Este post va para todas las personas que se esfuerzan en dar lo mejor de sí en una relación, pero siempre terminan creyendo que les faltó dar algo.
No eres tú. Tampoco es el otro. Es un narcisista asomando por ahí.
Exceso de esfuerzo en cualquier relación, nunca valdrá la pena. Las relaciones sanas fluyen y tienen la cualidad de hacernos sentir tranquilos.
Tranquilidad es la palabra clave.
¿No estás sintiendo tranquilidad? Sal de ahí.
El antídoto para el ego de una persona que te está manipulando emocionalmente, es la indiferencia. Sin embargo, tú no sientes indiferencia.
Esa contradicción es la que nos quita tranquilidad.
¿Por qué vamos a fingir algo que no sentimos?
Hacer cómo que no te importa, cuando te importa; es caer en su juego. Y eso sería ceder a su manipulación.
Parece un callejón sin salida.
He ahí otra señal.
¿Te sientes atrapado?
Tengo una gran amiga que acaba de tropezar con su exceso de entusiasmo en una nueva relación. Cuanto más ganas le pone o más amorosa se vuelve, el sujeto-un narcisista detectado- menos ganas le pone.
Cuánta contradicción somos capaces de albergar los seres humanos.
Buscando, googleando, analizando; llegamos a una conclusión : cuando el ego de un narcisista crece porque siente que ha ganado la batalla de su conquista; se siente con la libertad de desplegar la bandera de su arrogancia.
No, no va a pagar tu amor con la misma moneda.
Tira y afloja. Silencio y, hasta desprecio. Así te pagará.
Y eso funciona con todas las relaciones donde nos relacionamos con un narcisista. Pareja, familia, amigos o colegas.
Funciona igual.
Le das poder y lo usa sin límites.
Te hace sentir culpable, que hiciste algo mal. Que no estás a la altura.
Algo así cómo : ya te tengo, ahora sigue mi reglas.
Ay no! que pereza – dirían mis amigos colombianos.
Chau, arrivederci.
Next.
Mejor nos relacionamos con alguien que no chantajee nuestros afectos.
Un mar limpio y en calma donde no estemos temerosos ante el próximo maretazo de un ego descomunal.
Mi querer es sagrado y si no lo valoras, pues los dos somos víctimas del mismo error, pues yo no merezco desprecio ni tú este gran amor.
Ese verso sin esfuerzo está apuntado en mi cuaderno de adolescente. Después de un par de tequilas se lo canto a mi amiga y a todo aquel ser humano que no haga respetar su querer apasionado.
Que nos quieran bonito. Sin juego ni doble agenda. Que nos quieran sin chantaje emocional.
No podemos ir caminando por un campo minado : ¿le escribo?, ¿le digo poco, le digo mucho?, ¿digo que sí, me hago la que no?
Joder, macho. Así no va.
No siempre tendremos la lucidez ni el discernimiento para elegir eso que nos hace bien, por eso, en caso de emergencia busquemos a esa amiga que nos la cante clarito. Alguien que nos haga ver qué nos están utilizando para alimentar un ego tan descomunal como lo es su amor propio herido. Sí, detrás de un narcisista siempre hay un ser humano que sufre. Sin embargo, no somos la madre Teresa de Calcuta para ir rescatando niños perdidos.
Los límites son esenciales a la hora de neutralizar a un narcisista. Cuánto más te resistas, ellos tratarán de forzarte a través de la presión y del vampirismo emocional. Por eso, en cuanto detectes a alguien así en tu círculo, establece límites claros y no permitas que los traspase.
Te deseo en este año y en todos los que te toque vivir : amor del bueno, sin campos minados ni doble agenda. Te deseo un amor libre de egos descomunales.
No es el otro. Eres tú y solamente tú.